Aun percibiendo las posibilidades de ahorro (puramente económico) que en algunos casos puede llegar al 20% con costes amortizables en cuestión de pocos meses, la mayoría de los consumidores no disponen del tiempo, conocimientos del mercado o relaciones con las distintas comercializadoras, necesarios para el seguimiento de estas cuestiones, ni de la especialización necesaria para seguir los cambios legislativos del sector.
Si bien todos los titulares o explotadores de instalaciones tienen un contrato de suministro de electricidad, y en su caso de gas, e incluso habiendo encontrado la mejor opción en el momento de su contratación, esto no les asegura que a día de hoy sigan teniendo las mejores condiciones para su suministro por las siguientes razones:
1. Lo más frecuente es prorrogar tácitamente las condiciones del último contrato, y si bien las compañías comercializadoras suelen ajustar sus precios al alza o incluso a la baja en cada revisión de contrato, nada nos garantiza que estemos disfrutando de las mejores condiciones posibles si no disponemos de un informe de precios de mercado.
2. Aunque no es habitual se pueden producir, y de hecho se producen, errores en la facturación o en la lectura. Conviene validar las facturas mensualmente, y reclamar en caso de discrepancias.
3. Si bien en el momento de la contratación del suministro teníamos un determinado perfil de consumo (curva de carga), lo más frecuente es que en la evolución de su actividad haya introducido cambios en los procesos, horarios, volumen de fabricación, etc. que pueden hacer variar sustancialmente las necesidades de nuestro suministro, pudiendo dejar de ser el más idóneo. Hay que recordar que la mayoría de las ofertas de las comercializadoras no son necesariamente mejores o peores que otras, sino simplemente, que están más o menos adaptadas a nuestro perfil de consumo.